Felicitación navideña 2020

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Creación de Mónica (Neogéminis)

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20 de octubre de 2016

Este jueves un relato: ¿Que hace esto aquí?


Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
Miguel Hernández Elegía a Ramón Sijé

Hay un trozo de tierra al pie de un algarrobo, junto a un macizo de romero, en el cementerio de Córdoba.

Es la tierra a la que las cenizas de nuestro hijo sirven de nutriente por expreso deseo de nosotros, sus padres.

Ahí es donde acudimos semanalmente a su encuentro, mi mujer y yo, a honrar su memoria, a añorar su presencia entre nosotros.

Ahí es donde unas cuantas flores artificiales en verano, naturales en invierno, dentro de una pequeña jardinera, lo acompañan.

Parece ser que esos simples objetos, que esas flores, no deberían estar ahí. Una normativa profundamente inmoral, miserable, innecesariamente cruel, carente de ética y de estética, determina que sólo pueden depositarse flores el día de la inhumación. Nunca más.

Doy fé de que este pequeño testimonio físico de nuestro infinito amor, no estorba. Está situado en la zona de tierra que rodea al tronco del árbol, donde no llega la máquina cortacésped, donde no interfiere ni con la máquina sopladora de hojas secas, ni con el riego, ni con cualquier otra tarea de mantenimiento del lugar.

Sin embargo, ya es la segunda vez que atendiendo a esa normativa nos lo arrebatan, la segunda vez que se han llevado flores  y jardinera con total impunidad.

Desde que el mundo es mundo, los seres humanos, de una forma u otra, hemos honrado la memoria de nuestros difuntos y esas manifestaciones han sido respetadas siempre de una forma reverencial.

Nuestra incompresión por estos hechos es todavía mayor porque el cementerio es municipal. Su gestión depende del Ayuntamiento y éste está regido por partidos de izquierdas a los que se les supone, como eje fundamental de sus políticas, la defensa de los derechos humanos y el respeto por la dignidad de las personas.

No les reconozco el derecho a gestionar mi dolor ni las manifestaciones externas de éste, motivo por el cual seguiré poniendo flores junto al sitio donde las cenizas de mi hijo descansan aunque, según ellos, esas flores no deberían estar ahí. Es la batalla de David contra Goliat en la que, por cierto, salió victorioso David.

Más cosas fuera de lugar las podreis encontrar en el blog de nuestra amiga Charo




12 de octubre de 2016

Este jueves un relato: Buscando la felicidad


Acurrucando entre los brazos a mi mujer, intimamente abrazado a ella, como todas las noches, me he acostado con la preocupación de rememorar momentos felices para dar forma al relato juevero que trata precisamente de eso, de la felicidad. Ha sido un día muy agitado que me ha impedido pensar en ello.

Esta mañana, con tres amigos, hemos realizado una jornada de senderismo por la sierra cordobesa. Los paisajes bellísimos, la naturaleza exuberante, la grandiosa sensación de estar en la cumbre y el cansancio extremo, desterraron de mi mente la necesaria búsqueda de momentos felices sobre los que escribir para vosotros.

A la vuelta de tan agotador paseo, en casa me esperaban mis hijos, que un día a la semana como mínimo, generosos, se reunen para hacernos compañía con la excusa de comer juntos. No sabría pasar sin estos momentos, sin la sobremesa posterior, sin su constante presencia en nuestras vidas. 

Más tarde, me esperaba por un rato la reposada lectura del libro Abecedario de flores de mi buen amigo Alfredo. Un placer para los sentidos. Finura, delicadeza, claridad de exposición y profundidad de pensamiento en cada párrafo, en cada descripción de flor.

Antes de cenar, como cada día, un largo paseo vespertino con Toñi me sigue impidiendo centrarme en la búsqueda de momentos en que la felicidad haya estado presente en mi vida.

Esta misma noche, hace una hora, un plato de pulpo a feira, una cerveza fresca, un rato de televisión y a la cama, donde ahora estoy, abrazando con ternura a mi mujer e intentando encontrar trazas de felicidad que merezcan ser mostradas, intento vano que me provoca, junto al desvelo, la sensación de impotencia por no saber buscar lo que tal vez salte a la vista. 

Seguramente vosotros podreis encontrar más momentos felices en casa de nuestra anfitriona Mirella.

6 de octubre de 2016

Este jueves un relato: Un homenaje a la medicina y sus profesionales


Me piden una historia en torno al mundo sanitario, hospitales, médicos, enfermeras, etc. y hurgo en en los recuerdos que nunca faltan, para extraer de ellos algún episodio que resalte entre todos, que pueda despertar la atención del hipotético lector que tenga la gentileza de acercarse a lo que escribo.

Los acontecimientos hospitalarios más significativos, los que más huella han dejado en mí, son además los más traumáticos, así que quedan en mi interior, decido no escribir sobre ellos y por tanto, escarbo un poco más a la búsqueda de recuerdos más amables, que me hagan decantarme por la positividad y el sincero reconocimiento a una labor, la de aquellos que ejercen la medicina, que tanto bien aportan a la humanidad.

No necesito mucho esfuerzo, pues algunos de esos recuerdos están siempre presentes, son, en su origen, motivo de orgullo y satisfacción. Me refiero a esos momentos en que mis hijos vieron por vez primera el mundo fuera del vientre materno. Allí estuvieron los médicos, personal de enfermería, auxiliares, instalaciones hospitalarias, sanidad pública en su conjunto, al servicio de una nueva vida. Sanidad pública, la joya de la corona que políticas desaprensivas al servicio de los poderosos, pretenden arrebatarnos en aras satisfacer los bastardos intereses de los de siempre.

Son legión los profesionales de la Sanidad que participan en organizaciones no gubernamentales como médicos sin fronteras y otras, sacrificando vacaciones, poniendo sus conocimientos, tiempo, esfuerzo y vocación de una forma solidaria, desinteresada y altruista al servicio de aquellos que difícilmente llegarían a tener la necesaria asistencia sanitaria.

Sé que no lo leerá, pero me gustaría declarar mi admiración y respeto por todos ellos, rindiendo un más que merecido homenaje a Asun, enfermera vocacional y entrañable amiga, madrina de mi hija, que estuvo siempre presente en los partos de Toñi, doblando en ocasiones turnos para no faltar en ese momento tan especial. Jamás ví mayor entrega apasionada a una profesión que para ella era y es una forma de vida, la manera de aportar a la sociedad lo mejor de sí misma, que es mucho.

Podeis leer más historias de médicos y hospitales en el blog de nuestro amigo Juan Carlos